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Tuesday, 7 April 2015

Beethoven, el Misterio de Su Mal Carácter.

Como muchas personas saben sobre el genio musical “Ludwig van Beethoven”, era conocido por tener un carácter muy fuerte y mal humorado, que más bien trataban de opacar su genio musical, sin embargo, hay que entender el porqué de su conducta, que no era por casualidad.

En el otoño de 1802, Beethoven cansado, deprimido y melancólico por su sordera que no tenía remedio, el cual pensaba “porque le sucedió a él dicha desgracia”, ya que a “Él, justamente el sonido le pertenecía por derecho propio”. Con toda esta extraña mala suerte, pensó en suicidarse.

Debemos saber que Beethoven desde niño sufrió por su padre, el cual, era un borracho, lo encerraba en la sala de piano y mientras el padre no viera un avance pianístico, no podía ir a dormirse, por lo que cuenta la historia del gran maestro. Desde niño Beethoven tuvo que ayudar a sostener a su familia, dando lecciones de música, trabajando como organista, además de actividades en una orquesta y en el teatro. Luego cuando adulto sufrió por su sordera.

Queda completamente Sordo, aproximadamente a los 45 años, sin embargo, fue capaz de componer obras de una gran profundidad y con una fuerza sin precedentes. Los que hemos estudiado su obra, tocado y analizado sus composiciones, nos encontramos con un mundo profundo de emociones, de tristeza, de alegrías, de románticas melodías, si es verdad que también encontramos estos sentimientos en muchos compositores, sin embargo, no soy el único que piensa que hay emociones o sentimientos especiales que su obra provoca o irradia. Ahora, otro dato curioso, es que Beethoven podía componer algo alegre, cuando solo él estaba en estado alegre y componer algo triste, solo cuando él se sentía triste, Beethoven no componía música alegre estando triste, en cambio, Mozart podía componer algo alegre estando en estado triste y algo triste estando en estado alegre, especial dato.

Irónicamente, Beethoven compuso el Famoso “Himno u Oda a la Alegría” o la también llamada “Sinfonía Coral” o “Sinfonía Nº 9”, esta obra es la Sinfonía más completa que se ha compuesto para una gran orquesta, para un enorme coro y para solistas, increíble que alguien que en realidad no tuvo tantas alegrías en la vida, pueda componer una “Sinfonía a la Alegría”.

Algo dramático para un músico y más para un Genio como Beethoven, le sucede en la gala del Primer Concierto que da a conocer la Gran Obra Coral, la famosa “Novena Sinfonía” u “Oda a la Alegría”. Mientras la obra termina, el director de orquesta le hace el último ademán a Beethoven aun cuando seguían sonando los hermosos sonidos y acordes finales de la obra Coral, con un teatro vienes Kärntnertor lleno de público, en el año 1824, los asistentes o público se levantan de sus asientos y aclaman la obra con una gran ovación, gritando, pateando el suelo y aplaudiendo, Beethoven ya no era capaz de escuchar sonido alguno, fue en ese momento, cuando uno de los solistas le tira de la manga y le hace darse vuelta para que pudiera observar lo que no pudo oír en esos instantes. Estimados lectores, les propongo ponerse en el lugar de Beethoven, cierre los ojos e imagínense están en su lugar y cuando creen haber terminado ante el público, no escuchan nada, en ese momento, uno puede sentir lo terrible que debe ser y un sentimiento casi suicida para un músico compositor, en vez de sentir el caluroso aplauso de tu lograda y sensacional obra.

 Beethoven escribe una carta de despedida a sus hermanos y que nunca recibieron al no enviarla a destino, esta carta denominada el “Testamento de Heiligenstadt” queda en la memoria de cada persona que lo lee, logrando interpretar por sí sola el profundo sentimiento que lo amargaba hasta el nivel de un posible suicidio. Estimado, haga lectura del Testamento y ahora entenderá  por la situación que le afligía, a nuestro Universal Genio Beethoven, el escrito habla por sí solo.

+++++Testamento de Heiligenstadt+++++
6 de octubre de 1802.
Testamento de Heiligenstadt

A mis hermanos Carl y Johann

Oh vosotros, hombres que me miráis y me juzgáis huraño, loco o misántropo, ¡cuán injustos habéis sido conmigo! ¡Ignoráis la oculta razón de que os aparezca así! Mi corazón y mi espíritu se mostraron inclinados desde la infancia al dulce sentimiento de la bondad, y a realizar grandes acciones he estado siempre dispuesto; pero pensad tan solo cuál es mi espantosa situación desde hace seis años, agravada por médicos sin juicio, engañado de año en año con la esperanza de un mejoramiento, y al fin abandonado a la perspectiva de un mal durable, cuya curación demanda años tal vez, cuando no sea enteramente imposible. Dotado de un temperamento ardiente y activo, fácil a las distracciones de la sociedad, debí apartarme de los hombres en edad temprana, pasar mi vida solitario. ¡Si algunas veces quise sobreponerme a todo, oh cuán duramente chocaba con la triste realidad renovada siempre de mi mal! y sin embargo, no me era posible decir a los hombres: "¡Hablad más alto, gritad porque soy sordo!" ¿Cómo me iba a ser posible ir revelando la debilidad de un sentido que debería ser en mí más perfecto que en los demás?, un sentido que en otro tiempo he poseído con la más grande perfección, con una perfección tal que indudablemente pocas personas de mi oficio han tenido nunca. ¡Oh, esto no puedo hacerlo! Perdonadme pues si me veis vivir separado cuando debería mezclarme en vuestra compañía. Mi desdicha es doblemente dolorosa, puesto que le debo también ser mal conocido. Me está prohibido encontrar un descanso en la sociedad de los hombres, en las conversaciones delicadas, en los mutuos esparcimientos, Sólo, siempre solo. No puedo aventurarme en sociedad si no es impulsado por una necesidad imperiosa; soy presa de una angustia devoradora, de miedo de estar expuesto a que se den cuenta de mi estado. Esta es la razón por la cual acabo de pasar seis meses en el campo. Mi sabio médico me obliga a cuidar mi oído tanto como sea posible, yendo más allá de mis propias intenciones; y sin embargo, muchas veces, recobrado por mi inclinación hacia la sociedad, me he dejado arrastrar por ella; pero qué humillaciones cuando cerca de mí se encontraba alguien que escuchaba a lo lejos el sonido de una flauta y yo no oía nada, o que escuchaba el canto de un pastor sin que yo pudiera oír nada.

La experiencia de estas cosas me puso pronto al borde de la desesperación, y poco faltó para que yo mismo hubiese puesto fin a mi vida. Sólo el arte me ha detenido. ¡Ah! Me parecía imposible abandonar este mundo antes de haber realizado todo lo que me siento obligado a realizar, y así prolongaba esta miserable vida, verdaderamente miserable, un cuerpo tan irritable que el menor cambio me puede arrojar del estado mejor en el peor.

¡Paciencia! se dice siempre; y debo tomarla a ella ahora por guía; la he tomado. Durable
debe ser, lo espero, mi resolución de resistir hasta que plazca a las Parcas inexorables cortar el hilo de mi vida. Acaso será esto lo mejor, acaso no, pero yo estoy presto siempre. No es muy fácil ser filósofo por obligación a los veintiocho años, no es fácil; y es más duro aún para un artista que para cualquier otro.

¡Oh Dios, tú miras desde lo alto en el fondo de mi corazón, y lo conoces, sabes que en él moran el amor a los demás y el deseo de hacerles el bien! Vosotros, hombres, si leéis un día esto, pensad que habéis sido injustos conmigo, y que el desventurado se consuela al encontrar a otro desventurado como él que a pesar de todos los obstáculos de la naturaleza, hizo cuanto estaba a su alcance para ser admitido en el rango de los artistas y de los hombres de elección.

Vosotros, hermanos míos, Carl y Johann, inmediatamente que yo haya muerto, si el profesor Schmidt vive aún, rogadle en mi nombre que describa mi enfermedad y a la historia de ella unid esta carta, a fin de que después de mi muerte, al menos en la medida que esto sea posible, la sociedad se reconcilie conmigo. Al mismo tiempo, a vosotros dos nombro herederos de mi pequeña fortuna, si se la puede llamar así, que la debéis partir lealmente, estando de acuerdo y ayudándoos el uno al otro. El mal que me habéis hecho, lo sabéis, os lo he perdonado desde hace mucho tiempo. A ti hermano Carl te doy gracias particularmente por la solicitud de que me has dado testimonio en los últimos tiempos. Hago votos por que tengáis una vida feliz, más exenta de cuidados que la mía. Recomendad a vuestros hijos la virtud, porque sólo ella puede dar la felicidad que no da el dinero. Hablo por experiencia. Ella me ha sostenido a mí mismo en mi miseria, y a ella debo, tanto como a mi arte, no haber puesto fin a mi vida por el suicidio ¡Adiós y amaos! Doy gracias a todos mis amigos, y en particular al príncipe Lichnowski y al profesor Schmidt. Deseo que los instrumentos del príncipe L. puedan ser conservados en la casa de alguno de vosotros, pero que esto no provoque entre vosotros ninguna discusión. Si no pueden seros útiles para algo mejor, vendedlos inmediatamente. ¡Cuán feliz seré si todavía puedo serviros desde la tumba! Si fuera así, con qué alegría volaría hacia la muerte. Pero si ésta llega antes de que haya tenido la ocasión de desarrollar todas mis facultades artísticas, a pesar de mi duro destino, llegará demasiado temprano para mí y desearía aplazarla. Más aún así, estoy contento. ¿No va a librarme de un estado de sufrimiento sin término? Venga cuando viniere, yo voy valerosamente hacia ella. Adiós y no me olvidéis enteramente en la muerte; merezco que penséis en mí, porque a menudo he pensado en vosotros durante mi vida para haceros felices. ¡Sedlo!

LUDWIG VAN BEETHOVEN (1770-1827)
Heiligenstadt, 6 de octubre de 1802.

+++++FIN Testamento de Heiligenstadt+++++


Rodrigo Vivanco

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